Diplomacia Pontificia
La Diplomacia pontificia es el arte y la ciencia que regulan las relaciones entre la Iglesia y un estado, las cuales se ejecutan por medio de un representante estable, en consonancia con las normas propia del Derecho internacional. Dentro de este contexto, la Santa Sede es el cuerpo de gobierno central de la Iglesia católica, cuya cabeza visible es el Romano Pontífice, el cual es asistido por la Curia Romana.
La finalidad de la Diplomacia pontificia es todas aquellas cuestiones de interés de la Iglesia en su relación directa con el Estado, sobretodo la salvaguarda de la libertad religiosa y la cooperación con el poder civil. También, tiene como fin la promoción de la paz, la justicia y la caridad, en consonancia con su misión de índole espiritual. Así pues, la Diplomacia pontificia no es esencial para el cumplimiento de la misión de la Iglesia. Sin embargo, la experiencia ha justificado su ejercicio y garantiza su importancia en el mundo moderno.
Los antecedentes históricos más remotos de la Diplomacia pontificia están en las misiones de los Vicarios Apostólicos (380) y en los apocrisiarios ante la Corte imperial de Bizancio (453). Desde los primeros tiempos, los Papas enviaron sus representantes a los diferentes Concilios. Cuando los legados eran cardenales tenían el título de “legati de latere” y “legati nati” cuando eran titulares de sedes arzobispales importantes, como Colonia, Salzburgo, Toledo, entre otras. Con el Papa Gregorio VI (1073-85) aparece oficialmente por primera vez el vocablo “Nuncio”, que más tarde será reservado al representante diplomático de carácter permanente. Bajo el pontificado del Papa Gregorio XIII (1572-85) se organizó y regularizó la presentación pontificia.
Es importante destacar que el derecho de legación procede del carácter propio y soberano de una sociedad; y está regulado jurídicamente por leyes y costumbres internacionales. El Papa ejerce el derecho de legación por poseer la soberanía espiritual y temporal. De esta forma, el reconocimiento de este derecho a la Iglesia ha sido el resultado de su especial posición en el ámbito internacional. El afirmación de esta doble soberanía por parte de la Santa Sede quedó establecida en el Tratado de Letrán (1929) firmado con Italia.
La organización de la Diplomacia papal esta determinada por la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae (1967). Así pues, los representantes diplomáticos pontificios están equiparados, con algunas características propias, al servicio diplomático civil. Un Nuncio pertenece a la primera clase de los agentes diplomáticos (embajadores) y generalmente está considerado el decano del cuerpo diplomático, en particular en los Países católicos. Esta costumbre reconocida por el Congreso de Viena (1815), fue confirmada en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre las relaciones diplomáticas de Viena (1961).
Según la antes mencionada Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae la función ordinaria del representante pontificio es: informar sobre la vida de la Iglesia; colaborar con la Conferencia Episcopal; promover y favorecer las relaciones entre la Santa Sede y el Estado. Igualmente, la Carta Apostólica en forma Motu proprio “Sollicitudo omnium ecclesiarum”, del Papa Pablo VI, especifica detalladamente estas funciones (1969).
El personal de una misión diplomática pontificia ha sido formado en la Pontificia Academia Eclesiástica en la Ciudad de Roma. Todos los miembros del servicio diplomático vaticano, durante su misión, son titulares de un pasaporte diplomático, expedido por la Secretaría de Estado, cumpliendo con las normas internacionales.
La Santa Sede envía representantes pontificios a organizaciones gubernamentales internacionales, con la categoría de observadores y delegados, como por ejemplo ante la Organización de las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, o la Organización Mundial del Turismo, entre otras. Además, el Estado de la Ciudad del Vaticano está representado oficialmente en las organizaciones internacionales de carácter técnico y económico, como por ejemplo la “Unión Internacional de las Telecomunicaciones”.
La Diplomacia papal tiene la misión de trabajar, como lo expresó el Papa Pablo VI, por el bien de la humanidad y de su salvación.
Cf. Gran Enciclopedia Rialp, Tomo VII, pp 861-863, Madrid 1984.